martes, 26 de diciembre de 2006

Las cosas pequeñas son de maricas

No hay nada más dantesco y pueril que la manía pos- moderna de miniaturizar todo objeto que pase por sus supuestos cerebros. Y es una putada porque parece que lo grande es grotesco, anticuado, decimonónico (algo así como la inefable "Cuéntame", se creen que nos vamos a tragar que todos los hijos de una familia cualquiera de Madrid eran comunistas?). A vosotros, filisteos lectores, ésto quizá os importe menos que a Eva H. la estética, pero para los que tenemos un miembro de nuestro organismo anormalmente desarrollado, nos dañan en nuestro orgullo todas las calumnias y modas prefabricadas por los gafaspasta.


Me refiero al cerebro, por supuesto (si queréis problemas fálicos relacionados con su tamaño escuchar "Sexo chungo", de los Siniestro, una espeluznante historia de exclusión y complejos). Para cualquier psicólogo de poca monta (que podíamos ser perfectamente tú o yo, aunque más bien yo, a qué engañarnos) e incluso para a algún biólogo que trabaje más de 10 horas al año, está más que demostrado que el cerebro humano, a través de la vista, recibe y procesa los objetos grandes antes que los pequeños. Los prefiere, hay algo de ellos que les atrae (al menos al cerebro femenino en muchos casos), qué preferiríais vosotros, una tía con las tetas de Carmen Elektra o las de la Mari Jose, la típica empollona antítesis de la belleza humana que todos hemos sufrido en clase? Es una pregunta retórica para todo el mundo, excepto para los posmodernos, que se quedarían sin dudarlo con las de la segunda (aunque numerosas fuentes fidedignas nos hablan de que son asexuados, por lo que el posmodernismo estaría intrínsicamente ligado a los ángeles y de ahí al pecado original. El posmodernismo es el culpable del primer acto pecaminoso del ser humano. Los jebis, con sus "Anticristo" de Nietszche, miran ahora a los gafapastas con una mezcla de recelo, envidia y sentida admiración).


Primero empezaron con los móviles. Que si es que los móviles grandes caben mal en los bolsillos y que si patachín, patachán. Si no os cabe en los bolsillos compraros una puta mariconera, que al fin y al cabo todo buen cani ya lleva una, junta eso con cadenas de oro ("oggo", según el negro del mercadillo) y sellos. Que hablando de los sellos, son los grandes paladines de la lucha contra lo pequeño. Es uno de los únicos objetos que se mantienen en el dicho de "si es grande, será como tener dos". Debido a ello, nuestra adorable y enternecedora juventud se he llenado de eslabones perdidos de la evolución con cadenas del wáter pintadas de amarillo y con pedruscos pasados previamente por una sesión de "Colorea y pinta" en los dedos. Los canis sí que son los putos amos, joder.

Pero qué conllevó la sustitución de los mastodónticos y resistentes móviles por las ligeras florecillas de hoy en día? Ejemplo ilustrativo:

Mamá: Mari, hija, aquí tienes tu móvil nuevo, ése que me pediste, tan ligero

Mari: Gracias, mamá! Te quiero mucho!

5 terribles minutos después...

Mamá: Qué te pasa, cariño?

Mari: Eres una zorra mentirosa, me has timado, el móvil se me ha caído al suelo y ya no va, te mataré sucia rastrera...


Esas son las consecuencias reales de la miniaturización: la desestructuración familiar, el crimen fratricida. Las bodas entre maricas no son más que la cabeza de turco para intentar encubrir la zafia labor de los posmodernos en la destrucción de la familia monogámica. Amén de suponer un auténtico quebradero de cabeza para los más abnegados estadistas, que no se ponen de acuerdo en el porcentaje de móviles nuevos que acaban muriendo prematuramente (como los niños que Berlusconi dice que se comía Mao) por golpes, caídas y hostias de diverso calibre. El doctor Ulianov da cifras del 98% de móviles de última generación inservibles por hostias; sin embargo según el ínclito doctor Koba la cifra sería del 99%. Sin duda alguna, un misterio sin resolver (a ver si Polanco me envía un Íker Jiménez que cubra estas gilipolleces).

Como Mefistófeles a Fausto, los gafapastas tienen la tendencia irreversible de tocar los cojones en diversos temas. Son a la sociedad lo que el conde Lequio a la Casa Real borbónica: una vergüenza, un excremento social, peor que un jebi quinceañero. Aún no nos habíamos librado de la despótica dictadura monopólico- textil de Inditex cuando vinieron los posmodernos a reducir las tallas y a poner de moda todo lo ajustado y apretado. Algo comprensible, e incluso ético, teniendo en cuenta que la mayoría parecen famélicos africanos recién llegados de un crucero Guinea- España ida y vuelta, pero que quieran hacer de eso la norma general es para fusilarlos y gasearlos a la vez. He dicho.

No es necesario haberse leído la autobiografía, futuro best- seller teniendo en cuenta el criterio cultural nacional, "Kani, ezpañol i orguyoso de serlo" para ser conscientes de que la ropa de chándal en particular y cualquier prenda ancha en general son infinitamente más cómodas y edificantes estéticamente que cualquier mariconada de colores chillones de talla 34 (pese al secuestro moral llevado a cabo por los odiosos e infrahumanos raperos blancos). Y además de todo permiten el noble oficio del "rascamiento de huevos en vía pública" de manera solvente y funcional. Todo chándal lleva un español en su interior.

Aunque lo más ofensivo y despreciable para el criterio estético son la soberana gilipollez difundida por los gafapastas y demás engendros sociales de ponerse una camiseta de manga corta y encima una de manga larga. Seguro que muchos habéis visto a más de un individuo atentando contra todo lo hermoso vistiendo de esa triste manera. Y es que los gafapastas son los tontos útiles de la patronal. Me explico: los fabricantes textiles tienen una sobreproducción de tres pares de cojones así que qué mejor que hacer que los consumidores compren más camisetas creando una moda en la que se lleven dos a la vez? Y ahí estaban los posmodernos para llevar a cabo los sórdidos planes de la burguesía. Lo único que deseo es que los chinos se coman con patatas a todos los industriales textiles españoles y deroguen cuanto antes esta payasada de moda, típica de los que tienen la cabeza en el recto. Que quiero probarme el “traje Mao”, cojones.

Pero ésto no acaba aquí. Los posmodernos además deben ser masones (según Jiménez del Oso ligados a los Templarios, que en realidad eran visitantes del planeta Nufor para realizar un estudio antropológico del género humano) ya que la socialfascista que se encarga del ministerio de vivienda también se ha pasado a la moda de miniaturizar cosas, en este caso nuestros pisos. Lo mismo hizo con su inteligencia y honradez, parece ser.

Antes se decía que un coche grande ocultaba un complejo de pene pequeño (infamias vertidas por todos aquellos que jamás se pudieron comprar un buen coche, aunque eso sí, se libraron de hipotecarse toda su juventud, aunque los mascachapas, criados todos en aulas de FP, estén más que contentos de endeudar su existencia para poner a tope su pepino. Total, les quedan dos años a lo sumo) ahora la adoración hacia lo pequeño refleja un complejo de gran gilipollez.

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